

Fuentes municipales señalaron que no se tomarán medidas disciplinarias contra el trabajador que hacía los comentarios, pero insistieron en que utilizar el humor en esos casos «puede producir confusión en materia de seguridad».
Pero el hecho de que el joven, al que media Caleta conoce por su nombre de pila (Juan), ya no esté autorizado a amenizar las tardes de la populosa playa de La Viña ha dejado decepcionados a muchos bañistas. Y el que haya sido amonestado ha provocado el enfado de sus compañeros de trabajo. «Esas funciones de megafonía se hacían como un gesto de buena voluntad, porque ni en el convenio ni en el pliego de condiciones del contrato viene recogido que los vigías, los auxiliares o los patronos tengan que atender la megafonía», explicó Manuel Gómez Bienvenido, secretario general de Autonomía Obrera, que representa a la mayoría de los trabajadores.
Gómez Bienvenido cree que lo que hacía el trabajador «ni hiere la dignidad ni la moralidad de las familias que van a La Caleta; más bien al contrario». En su opinión, el Ayuntamiento debería «preocuparse de que a los trabajadores no echen tantas horas como hacen y que trabajen para lo que se les contrató», agregó el responsable del sindicato.
Por su parte, el director de Arasti Barca, Miguel Arasti, insistió en que el deber de la empresa sería sancionar al trabajador en el caso de que el Ayuntamiento decidiera hacer lo mismo con ellos, «pero de momento no hemos recibido nada». Arasti se mostró en desacuerdo con la actitud del trabajador: «Hay unos cánones establecidos, unos parámetros de lo que se tiene que decir y el servicio de socorrismo tiene que ser una cosa seria, no se pueden contar chistes», insistió.
Ayer, en la playa el principal tema de conversación era el del ya famoso locutor de la megafonía. Segundo día sin escucharlo. El comentario generalizado era que el joven había sido sancionado. Algunos comentaban que no se había tenido en cuenta el buen trabajo que ha desempeñado durante todo el verano, «salvando la vida a cuatro personas».
Otros justificaban al trabajador alegando que él sí transmitía correctamente los mensajes, como la hora y las advertencias propias de cada momento, «pero luego añadía sus coletillas, que alegraban la vida de la gente». Un ejemplo: «Son las seis de la tarde, la hora de la merienda», recordaba ayer una señora, habitual en La Caleta.
A medida que avanzaba el verano, muchos usuarios comenzaron a pedir que fuera él quien se ocupara de la megafonía.
Muchos de los días, en el momento en el que sonaba el megáfono, La Caleta entera se quedaba en silencio para escucharlo. Y por este motivo, ayer las caleteras estaban indignadas con lo ocurrido. Comentaban que si lo quitaban del puesto, iban a recoger firmas e incluso harían una manifestación. A su vez, algunos de sus compañeros están dispuestos a dar la cara por él, porque es muy querido y destacaron que en ningún momento ha herido la sensibilidad de nadie.
Entre los grupos de personas que se encontraban allí, la afirmación más frecuente fue que Juan «no dice nada malo; es muy simpático y no nos molesta».
A partir de ahora, nunca más se oirá la voz del verano. Las caleteras volverán a su monotonía porque Juan ya no quiere provocar más polémica.
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