
Contra la crisis y para salir de ella se ha escrito mucho y de todo en estos últimos cuarenta meses. Economistas que no recuerdan haberla advertido, pero tienen ahora la llave de la solución, entrenadores personales que se ofrecen para quitarnos el susto y hacernos personas emprendedoras y competitivas, gurús de toda pasta que saben el camino para ser felices con menos o para volver a serlo con más. El lado optimista de la sociedad, y los que entienden este momento como una oportunidad inmejorable para hacer negocio con el estado anímico, puede que estén entre los primeros que han están saliendo de esta recesión de caballo. Las farmacéuticas que despachan antidepresivos y ansiolíticos se frotan las manos, compensando la caída de la venta de pastillas anti envejecimiento y los tratamientos capilares.
Por aquí no se adivina el final del cataclismo y los más agoreros aún esperan por la explosión bancaria, que sería como el cierre perfecto antes de regresar a treinta años atrás, cuando 15 días en el Sur nos parecían el descanso perfecto y un viaje a París «el viaje de todos los viajes». A riesgo de poner en cuestión las predicciones de cualquier servicio de estudios o de discrepar con uno mismo en sus peores días, atisbo un pequeño brote verde para comienzos de abril, un regalo inesperado para las primeras semanas de esta próxima primavera. Y como de esta predicción estoy tan seguro como de ser autor de este farión, puedo sostener el vaticinio sin riesgo de equivocarme, por más que la última vez pensé que este pedacito de felicidad nunca volvería a disfrutarlo en vivo. Del 2 al 10 de abril, en el Auditorio de Tenerife, regresa Les Luthiers con «Los Premios Mastropiero» y los bises que mejor convengan. Si la recuperación de la crisis fuera cosa de reírse, con Jorge Maronna, Carlos López Puccio, Marcos Mundstock, Daniel Rabinovich y Carlos Núñez Cortés estaríamos más que servidos. Pero lo bueno, si breve, dos veces bueno. Disfrutemos con este brote mientras germinan los que están por florecer.